Que el vuelo no termine

El telón se abrió una vez más. El público seguía de pie, y aplaudía y sus voces que gritaban “bravo” se dirigían como un coro hacia el escenario. Un escenario que hasta hacía instantes vibraba con una joven y un joven enamorados, con una joven que luchaba por salvar a su amor y un joven que bailó sin parar hasta el amanecer para salvarse y no perder, nuevamente a su amada.

Un escenario que parecía que le fuese propio, un escenario que, una vez más la había visto brillar y bailar con todas sus fuerzas, que la había visto bailar hasta las lágrimas.

La vi bailar por primera vez haciendo de Clara. Por esos tiempos, (hará 5 o 6 años) yo aún bailaba y Cascanueces no era solo Cascanueces. Era el recuerdo de una nena de 6 años que mientras bailaba como invitada en la fiesta de Clara y su familia vibraba sin entender demasiado por qué y que lloraba cuando el telón se cerraba definitivamente porque la obra había terminado. Y Cascanueces no era solo Cascanueces sino que era la primera obra que esta nena que ahora tenía 17 años estaba bailando con el Ballet Juvenil de Colonia y eso, en ese momento, implicaba su corazón entero.

Su Clara me encantó y cuando hablo de encanto hablo de cierto no sé qué que tienen algunas personas que hace delirar a los demás. Su Clara me hizo creer y querer.

La entrevisté y fue la primera entrevista que hice en mi vida. Estaba cursando Sala de Redacción, la materia en la cual los estudiantes de Comunicación jugamos a ser periodistas y los docentes nos hacen creer en las reglas del juego y Samuel nos cuenta historias en las que el periodismo es capaz de cambiar el mundo y nosotros creemos que efectivamente vamos a cambiar el mundo, y para mí, cambiar el mundo implicaba poder entrevistar a todos los artistas del universo para que su arte fuera leído en mis palabras. Así que, no lo dudé ni un segundo: mi primera nota sería una entrevista con Giovanna Martinatto, primera bailarina del Ballet Nacional del Sodre.

Nos encontramos en un café. En el camino desde mi casa al lugar pautado pensaba qué decirle, cómo saludarla, ¿y si no me hablaba y yo no sabía cómo preguntarle? ¿y si se notaban mis nervios? ¿le tenía que decir que era mi primera entrevista? ¿tenía que contarle mi relación con su Clara? Después de todo, yo no era más que una “nena” que creía en su profesión y  jugaba a ser periodista.

El telón se cerró y se abrió y volvió a cerrarse y otra vez a abrirse. Era agosto de 2015 y Giovanna lloraba. Ciro Tamayo la acompañaba. El público los aclamaba y no los dejaba irse  y aplaudían y gritaban como si supiesen que esa era la última Giselle de Giovanna que verían.

Empezó a bailar cuando tenía 6 años. El ballet fue la manera que sus padres encontraron para que gastara energía y no estuviese tanto en la calle: “vivíamos en un edificio y yo me pasaba todo el día jugando con mis vecinos abajo y cuando mi mamá me llamaba yo nunca subía o demoraba mucho. Fui solo para ver qué era esto del ballet y al principio me parecía todo muy estructurado”. Dos años más tarde, entró a la Escuela Nacional de Danza y este fue el inicio de una gran carrera y quizás, de un gran sueño.

Egresó de la Escuela  9 años más tarde, a los 17. Un año antes fue elegida junto a tres compañeras para hacer una suplencia en el cuerpo de baile del BNS para La Bayadera y al año siguiente entró a la compañía por una audición. En el año 2000 se fue a bailar a Francia, a la Ecole Supérieure de Danse de Cannes Rosella Hightower, en la cual estuvo por seis meses. Al regresar, se reintegró al BNS, haciendo roles de solista y de primera bailarina a la par, hasta la llegada de Julio Bocca a la compañía, quien la “confirmó” como primera bailarina.

Cuando llegué al café ella ya me esperaba. Me puso más nerviosa aún el hecho de haber llegado tarde. “Perdón por la demora”, le dije. “Son cinco menos cinco, habíamos quedado de vernos a las cinco, estás más que bien”, me dijo. Ella pidió un jugo de naranja y yo un café. De cerca, la cara de niña se le acentuaba y yo no podía evitar ver a Clara. A mí Clara.

Pero me porté bien. “Tienen que demostrarle a sus entrevistados que realmente los conocen, que saben sobre lo que están hablando”, nos habían dicho Betania y Samuel, los profesores que nos hacían creer en que nuestro trabajo valía la pena. Hablamos durante casi tres horas sobre toda su carrera y sobre ballet y teatro y ópera y sobre aviones y me contó que si no hubiese sido bailarina le hubiera gustado ser piloto. “Sé que suena loco, pero me encanta volar”, me dijo.

Hace dos días anunció su retiro oficialmente y a mí me hubiese gustado ver a su Clara una vez más. Porque su Clara bailó y me trajo a una nena que aún soñaba, que aún vibraba, que todavía quería ser bailarina y a mí, escribir y bailar  me conectan con la más yo de todas las yo. Como ahora, que escribo esto y te agradezco por haberme regalado a mi yo más yo mientras miraba a tu Clara.

¡Bravo, Gio! Gracias por tu Clara y por mi Clara. Gracias por tus lágrimas en Giselle y por por tus giros y por tus saltos y por ser mi primera entrevista y mi primera nota y la primera vez que jugué a ser yo «grande» mientras buscaba en vos a mi yo de seis,es decir, al «yo» más auténtico de todos.

Gracias por tu arte, Gio, y que el vuelo no termine, nunca.

Soledad Gago.

PD: Aún nos debemos una ópera.

2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. carmen castro dice:

    Felicitaciones a la periodista, trasmites emociones, elegiste bien tu vocación, espero que tengas éxito en tu profesión!!!!

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  2. PostData dice:

    Muchas gracias.
    Saludos!

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