Quiero irme y no volver. Perderme en el mundo y no entender. Porque entonces no importa no entender, pero ahora sí, ahora sí importa. Y no entiendo. Escribo con las palabras pinchándome los labios, con los dedos golpeando fuerte sobre el teclado, con bronca, enojada, cansada. Porque esto de que se termine el año y empiece otro es una mentira. Lo es para mí. Me meto en proyectos. Escribo. No respiro. Y entonces sin respirar no pienso. Y tampoco me escribo. Ni me pienso. Y me enojo, y me angustio, y voy al baño para que no me vean llorar, para que no me pregunten qué me pasa porque les voy a pegar. He tenido ganas de matar gente. A todos nos pasa alguna vez. A mí me ha pasado muchas veces. A todos nos pasa muchas veces. Pero lo mío es en serio. Y sí, a todos nos pasa en serio. Quiero irme y no volver. Pero no. Me quedo. Y escribo. Y ya no sé ni para qué lo hago. Si la escritura por la escritura o la escritura por una causa un poco más noble. De todas formas lo hago. Todos los días lo hago. Y ya no sé para qué. Ni por qué. Ni cómo. Otro proyecto. El cartón del 2019 ya está lleno. Y empiezan las noches sin dormir. Me gusta escribir de noche. No me gusta levantarme temprano para ir a trabajar. Para seguir escribiendo. Y todo sin escribirme. Todo, hasta que recién, ahora, acá, me serví un vino rancio que tengo en la heladera porque no puedo con el puto destapador que hay en mi casa para abrir uno nuevo, y me senté. Y prendí la computadora para anotar cosas de una reunión, para no olvidarme, y abrí esta hoja casi sin querer y casi sin querer me puse a escribir. Y a tomar vino. Rancio está el vino. Y a llorar. Porque ya no importa decir que es ficción. Ya no me escondo atrás de Julias o Juanas. Ya no importa lo que piensen y no, no es ficción. Soy yo. Yo entera. Y déjenme llorar tranquila. Y no me pregunten qué me pasa porque lo que me pasa hoy me pasó ayer y me va a pasar mañana. Y qué fácil es decir tenés que cambiar cuando no se puede cambiar porque cómo voy a cambiar, porque con qué voy a cambiar y con qué me voy a ir. Pero ya no tengo miedo. Aunque no entienda, no tengo miedo. Porque un poco empecé a entender quién soy yo, quién quiero ser yo. Lo demás no. A lo demás no lo entiendo. Que nadie más mire alrededor, no lo entiendo. Que las cosas sigan como están, no lo entiendo. Que sea todo tan injusto, no lo entiendo. Que sean tan indiferentes, no lo entiendo. Que dejen que nos llenemos de mierda, no lo entiendo. Que no les importe, no lo entiendo. Me ahogué con el vino. Dejé de escribir. Abrí Instagram. Benjamín Rojas es padre. ¡Benjamín Rojas es padre! Y yo que jugaba a ser su novia de Chiquititas. Y qué tendrá que ver con todo este lío existencial y vivencial que tiene mi cabeza, por favor te pido, Benjamín. Yo tendría que cruzar el charco y proponerle a Cris Morena escribir una novela juntas. Ah yo creo que es la solución para mi vida. En verdad creo que no, pero Cris si querés escribimos juntas. Mirá Cris que tengo pila de ideas re bizarras pero divinas que no he escrito y que creo que no voy a escribir a nunca. Lo que sí voy a hacer ahora es escuchar corazón con agujeritos y llorar un poco más cantándola. Sabés la lluvia es llanto de la vida que llora porque tiene mil heridas. Ya no importa si es ficción, porque no, no es ficción. Soy yo, que escribo con el enojo en las tripas, y con la rabia en la espalda. O con todo en la espalda. Porque viste que cuando ya no da para más el cuerpo lo sabe. Y responde. Y a mí me duele la espalda. Porque mi cuerpo sabe que no da para más. Y yo igual sigo. Y me digo que en el 2019 no me voy a estresar, ni a hacerme cargo, ni a cargar lo que no me corresponde cargar, ni a solucionar lo que no tengo que solucionar, pero acá estoy, 3 de enero. Tomo vino rancio. Escribo enojada y con la espalda que me late. Extraño a mi amiga. No la veo hace 3 años. Íbamos a hablar. No hablamos. Pero qué importa. Yo estaba escribiendo sobre mi enojo. Y no, ya no es ficción. Soy yo. Me voy a dormir.
PD: Perdón por tanta oscuridad. Después de salir de licencia en febrero todo estará mejor (?)
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